Monday, January 22, 2007

Bocadillo de uñas con cemento (II)

La jornada laboral concluyó y con ella España volvió a ser un poco más improductiva aún que el día anterior y es que hoy sumamos a esa cuenta la inactivad absoluta que Miguel ha mostrado tras recibir la llamada de teléfono de su esposa. El miedo no deja trabajar a nadie.

Mientras se cambiaba en el vestuario, a Miguel le temblaban las piernas tanto como el martillo hidráulico que el de vez en cuando maneja en la obra, era un flan, un compañero se dio cuenta de la escena:

- Miguel, ¿estás bien?, ¿te ocurre algo?.

- No, no, no…..No, no me ocurre nada.

- ¿Seguro?, no pareces tranquilo compañero.

- Bueno, tienes razón, estoy algo nervioso, verás, al medio día, justo en la pausa del almuerzo me ha llamado María, me ha contado algo de que tengo que ir a una notaría del centro hoy a media tarde, me temo lo peor.

- ¿Lo peor? A que te refieres.

- A que va a ser Manuel, ¿a que va a ser?. Para que te van a llamar para citarte a una notaria.

- ¿La hipoteca?

- Claro, que iba a ser entonces, nadie me iba a hacer rico.

- Lo siento chico, no quería ponerte mal cuerpo. Me temía que fuera la hipoteca, no pensaba en otra cosa, pero no quiero ponerte nervioso, no te puedo ayudar poniéndote nervioso, es un tema serio. Aquí tienes mi mano para lo que te haga falta.

- Gracias Manuel, gracias amigo.

- Sólo te doy un consejo Miguel, esta vez cuéntaselo todo a María, no la engañes como lo hiciste anteriormente. Y procura si puedes no seguir comiéndote las uñas, pues vas a tener que sujetarte el bocadillo de los almuerzos a las manos con cemento. Y al final tendrás que sujetar tus sueños con cemento.

Así concluyó la jornada laboral. Miguel camina nervioso y rápido, es por esta velocidad por la que llegó más temprano que de costumbre a la parada del bus, demasiado tiempo para esperar, pensaba él, aquellos minutos fueron un martirio, sin nada que hacer, sólo pensar. Aquello se convirtió en su peor tortura, tortura que fue más alimentada si cabe, cuando su atención reparó en uno de estos anuncios que son expuestos en las paradas del autobús, esta vez el anuncio hacía referencia a un producto bancario, como no; a la hipoteca, el anuncio versaba sobre la facilidad para obtener una hipoteca, sobre la grandiosa opción de elegir ese banco como hipotecario, todo era bello en el anuncio, para cualquier ojo, todo era bello, menos para el ojo de nuestro amigo, que no veía más que el origen de todos sus problemas, aquella palabra impresa con letras rojas sobre fondo negro; hipoteca, pensó él que debería haberla escrito el mismísimo demonio.

Llegó el bus y con él, el verdugo, así pensó y así padeció Miguel la mirada del conductor del autobús, pues Miguel sintió por un momento que aquel ya no era el conductor sino el notario, miguel ya enloquecía por el momento y sufría alucinaciones, al sentarse y levantar la cabeza sintió la mirada juzgadora de todos los pasajeros, la sintió hacia él y se sintió ya juzgado. El era el culpable, estaba clara la situación, el no había pagado la hipoteca. Alucinaba.

Llegar a casa era algo así como alcanzar el primer nivel del purgatorio, aún así llegó voluntariamente, no podía fallarle a lo único que tenía, no podía otra vez dejar de lado a su amada María, ya le falló una vez por cobardía, no lo iba a volver a hacer, esta vez morirá peleando, no en la retirada.

Al llegar al ascensor y subir en él, se imagino por un momento que el ascensor volvía a bajar hacía la primera planta desde el décimo piso en el que él vivía y que el hacía por lo tanto el camino inverso al de ahora, el de bajar, no el de subir, todo es mejor si baja, como el Euribor, por un momento pensó, imagino y soñó con esa palabra y tal vez dio con una de las claves por las que debía de ir a la notaria, ¿subió quizás el Euribor tanto que no pudo hacer frente a las mensualidades de la hipoteca. El sueño, la imaginaión, los momentos para pensar acabaron allí, frente a la puerta de casa, que no de su casa, tras esa puerta le esperaba la única verdadera posesión que tenía, la única en la que nadie intercedía, la única que de mandar una carta para contar en que estado se encuentra no hace balance del último mes, la única cosa que no ha sido negociada, la única cosa que le ha entregado más dignidad y que no le ha intentado despojar de esta, la única cosa era y es el amor de María, y este estaba allí, detrás de una puerta cualquiera, de un edificio cualquiera, en un barrio de la periferia cualquiera, de una ciudad cualquiera, era un día cualquiera para un español o española cualquiera.

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